El país que dejaron los inmigrantes en medio de la hambruna de la Segunda Gran Guerra, se vuelve idílico desde América.
La novia con la que cortamos a los veintipico seguro no sería tan agria como aquella con la que convivimos, antes siempre fue mejor.
Los africanos que migran del Norte de África cruzando el Mediterráneo son compadecidos; los que cruzan las fronteras migrando desde los países limítrofes son despreciables.
Los pobres de India nos conmueven, los de acá a un par de cuadras, son negros sospechosos que roban.
Extrañamos horrores al amigo que vive en otro país, pero no llamamos al que está a un par de kilómetros.
Entre el microscopio y el telescopio, sin escalas.
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