Lo más preciado, un hijo, criado por el más odiado. Lo más propio, la identidad, construida por el más opuesto. Difícil para mí, argentino, no leerlo desde las apropiaciones de hijos de detenidos-desaparecidos, criados como propios por militares o gente cercana a ellos -con el agravante no menor, claro de la mala voluntad, el robo, la mentira, la muerte-.
¿Cuál es nuestra identidad? ¿Qué la hace? ¿Cómo la hacemos?
El chico criado como judío, al consultar al rabino, descubre que no es judío -no lo es su madre biológica-: cuando mucho podrá ser un converso. El musulmán, sin quererlo, es judío. Las familias se desconciertan. Necesitan re-ubicarse.
No vendría mal mirarla, preguntarnos, mirarnos.
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