La vocación por la tragedia; por las palabras declamadas, grandilocuentes.
Un cierto gozo cuando la desgracia demuestra que el destino es un hado infausto.
El deseo oculto de que este dolorcito sea un tumor.
La falsa resignación ante el desenlace funesto.
La negación obstinada a cualquier tipo de probabilidad de mejora.
El placer desbordante aunque medido ante la miseria ajena.
La imposibilidad de empatía, inversamente proporcional a la autocompasión.
Algunas de las cosas que me cuestan entender como modo vital de otros.
18 de febrero de 2013
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