Con la vuelta de la democracia, las iglesias se fueron vaciando: la voz se podía poner en otros cantos, en otros lugares. Varios sufrieron la decepción entre una fe que preparaba para la vida eterna, pero no para la diaria. Otros no tuvieron más voz porque ya no estaban. Otros, porque no convenía, en los aires nuevos, que se los oyera.
Por mi parte, en este momento vital, encuentro que no puedo desligar mi manera de ver, creer, de una manera de entender lo ideal, la manera de soñar un otro mundo posible. Quizá sin demasiada pretensión, sin mucha declamación. Peregrino. Compañero. Como se va pudiendo.
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