"Lo último que se pierde es la esperanza", miente el refrán. Miente, porque lo primero que se pierde, claramente, es la esperanza.
No hablo de las esperancitas menores, bobas: ojalá que gane mi cuadro, ojalá que mañana haya sol. Hablo de las esperanzas que significan, que dinamizan, que sostienen. La esperanza que se muere con cada muerte, fracaso, frustración, decepción. La esperanza que hace duelo, que duele. Esa que, al morir, cercena el horizonte.
Esa es la primera que se pierde.
Ahora, que se empecine en resucitar renovada, es otra cosa.
25 de octubre de 2012
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