Si sumamos que además de las caras físicas tenemos facetas más o menos ocultas, más o menos conocidas.
Si agregamos aquellas que a pesar de propias nos son desconocidas.
Si añadimos las caretas o máscaras que usamos o nos usan.
Si reunimos las que quisiéramos tener y ser.
Si incorporamos lo que creemos ver en nosotros y en otros.
Nos invaden.
Sin contar los espejos, obviamente.
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