Me da pena decirlo, pero ya bien entrado el siglo XXI -ese siglo que soñábamos pleno de ciencia y técnica-, recrudece el oscurantismo. No, paren, no me he unido a los Iluminattii o alguna secta similar. Sin embargo, constato cotidianamente que las personas tienen (¿tenemos?) un costado mágico, pseudoreligioso difícil de erradicar.
¿El nene se despierta llorando?: ve "cosas".
¿El perro le ladra a la nada?: hay espíritus.
¿Busco trabajo?: prendo dos velas blancas a San Pistón del Arco.
¿Me va mal en la pareja?: me hicieron un daño por celos.
Es más fácil dejarse arrastrar por fuerzas ocultas, inmanejables, raras, que hacerse cargo, crecer, madurar.
Calmar al nene y preguntarle qué le pasa.
Admitir que el perro tiene un oído más sensible.
Gastar suela recorriendo los clasificados.
Ver que esta relación no da para más.
Preferimos hechizos. Ay.
29 de agosto de 2011
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2 comentarios:
Es que si nadie tiene la culpa, algo la tiene que tener... yo nunca
Me faltó el (?) al final. Pasó un espíritu y me olvidé.
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