Almuerzo familiar de domingo. Es decir, a la casa de los viejos, sumando hermanas, cuñados, sobrinos, novios y/o parejas de sobrinos más grandes, sobrinas nietas, padre, madre… Una pequeña multitud encerrada, por el frío, entre el comedor y el living.
Papá con su sordera –no reconocida, obviamente-; mamá con cara de felicidad al vernos a todos. Mis hermanas poniéndose al día; los cuñados, charlando o queriendo convencernos mutuamente, de nuestras posiciones políticas.
Las sobrinas más chicas cantan el himno –no sabemos a título de qué-, los menos chicos apretujados en los sillones desarman el diario y un par de revistas.
De a ratos miro como desde afuera, me miro desde afuera: este caos es gran parte de lo que soy.
¡Socorro!.
2 comentarios:
No hay felicidad mayor que pasar las fiestas con uno mismo, nadie te jode, no hay que brindar con gente que le querés gritar en la cara:
- ¿Por qué no te morís? No vivas más, malgastás oxígeno.
En fin...
¡Socorro!
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