Hace poco más de un año atrás contaba de Nicolás y Filomena (http://robertotelopidoporfavor.blogspot.com/2010/08/hablando-de-testigos.html). Diez días atrás finalmente murió Filo, cuidada amorosísimamente, como siempre, por el marido. Sólo se separaron unos días el año pasado, pero tuvieron que traerla de vuelta a la casa, porque Nicolás quería cuidarla. Y lo hizo.
Pasé ayer a visitarlo, a ver cómo andaba. Me mostró la casa otra vez, me contó de nuevo cómo él mismo había cavado los cimientos, cómo quiere y conoce a sus vecinos, cuánto agradece haber podido estar casi sesenta años con su esposa, de cuando ella, ya hacía cinco años, ya no salió más de la casa, del orgullo de poder ver a los nietos de sus hijos.
Había una bondad, una ternura en este hombre que me hicieron sentir pequeñisimo.
Quiero parte de su espíritu (cf 2Re 2,9)-
31 de agosto de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Cuánta sencillez. Entiendo tu sensación. Un “grande”, don Nicolás. Abrazo
me hiciste un nudito la garganta...
La verdad...
No se imaginan el respeto que me da gente como él...
Publicar un comentario