Fuimos con Loli a tomar un helado y a charlar de cosas importantes, como, por ejemplo, cuál es el sabor de helado más rico o por qué el sonido rebota en las habitaciones vacías. El otoño cálido nos da la excusa perfecta para caminar unas cuadras y sentarnos en la heladería a filosofar.
Cuando volvíamos, Rocío se acordó que cuando fuimos a la isla, metidos en el río, cantábamos un reggaeton (?) y bailábamos.
-¿Lo hacemos?, me dice.
-¡Dale!
No llegamos a los cien metros porque nos tentamos demasiado, tanto que tuvimos que parar a tomar aire.
Impagable.
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