Cuando íbamos, generalmente en domingo, los chicos que quedaban eran los que por el motivo que fuere, no habían tenido nadie -tío, abuelo, madre, hermano- que pasara a buscarlos por el fin de semana. Lo pasábamos lindo: juegos, algún video, fulbito... Tomábamos la leche y nos despedíamos.
A la distancia me sigue quedando el gustito agridulce de la despedida.
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