Sí, lo admito: el otoño me saca el costado más cursi: me enamora cada año más. Mucho. El despliegue de belleza, para mí, no es siquiera superado por la primavera. Sumemos las temperaturas de llevar bucito y listo, no puedo estar más feliz.
Le agrego, como si fuera poco: los guisados de vegetales, las sopas caseras, que llenan de calidez con aromas a especias, a cariño de abuela.
Había dejado preparando solito, en la cacerola de barro, un rejunte de verduras y hortalizas, a fuego lento, con curry, estragón, cebollas... Abrí la puerta y me abrazó la sensación de hogar.
Un montón.
25 de abril de 2012
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