Alguna vez ya les conté de la verdulería del barrio (¿Políticamente correcta?). Hace un par de meses una de las mujeres que trabaja ahí, hija de la "dueña", tuvo su beba, enorme, preciosa. Hay días que se escuchan los llorisqueos de la gorda detrás de los cajones puestos en estantes. Siempre hay alguien que la cuida, mientras los demás atienden a los clientes.
Cuando pasé ayer había mucha gente. Estaban todos en el local y la mamá tenía a la nena envuelta en un aguayo, colgada en la espalda, dormida, tranquilísima. La madre iba, venía, pesaba frutas, cortaba zapallos, cobraba, embolsaba. Y la gorda lo más plácida. Esas guaguas ancestrales están siendo recuperadas por mamás (y algunos papás) canguros, que andan con su cría a cuestas.
Me renació un respeto profundo por estas mujeres: trabajadoras, tribales, madrazas, abuelas, amantes amorosas de sus niños.
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