El libro reúne una serie de charlas, discusiones y encuentros en varios lugares y momentos. De públicos e intereses. De tiempos y espacios. Palabras y silencios.
En "El lenguaje, entre la poesía y el poder", me encuentro con esto que cito:
"Si consideramos el poder destructivo de los discursos hegemónicos, que no sólo toman la palabra de una manera abusiva, sino que también, ocupando abusivamente la totalidad del espacio público, nos la quitan, se vuelve evidente el malestar que nos aqueja".
Eso es... los discursos hegemónicos, que pretenden explicar la totalidad de la realidad, abarcar todas las voces, denunciar errores en otros discursos, iluminar (encandilar, más bien) con la violencia de sus argumentos... Quitan la palabra ajena, o peor, la menosprecian.
Escucho, veo, cómo el diálogo se transforma en ver quién grita más fuerte para acallar la voz otra y muere. Veo, escucho, cómo no hay silencio que permita que la palabra propia o ajena me habite, no hay espacio ni voluntad para escuchar.
Pienso: cómo desconfío, y cada vez más, de los discursos hegemónicos. De todos los que proponen algo que "cierra, cuadra, encaja"... Il faut, hace falta, es necesario, silenciarse y dejar que otras voces nos interpelen. Recién ahí, murmuremos, ensayemos respuestas.
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