Celebración de la subjetividad
Yo ya llevaba un buen rato escribiendo Memoria del fuego, y cuanto más escribía más adentro me metía en las historias que contaba. Ya me estaba costando distinguir el pasado del presente: lo que había sido estaba siendo, y estaba siendo a mi alrededor, y escribir era mi manera de golpear y de abrazar. Sin embargo, se supone que los libros de historia no son subjetivos.
Se lo comenté a don José Coronel Urtecho: en este libro que estoy escribiendo, al revés y al derecho, a luz y a trasluz, se mire como se mire, se me notan a simple vista mis broncas y mis amores.
Y a orillas del río San Juan, el viejo poeta me dijo que a los fanáticos de la objetividad no hay que hacerles ni puto caso: No te preocupés -me dijo-. Así debe ser. Los que hacen de la objetividad una religión, mienten. Ellos no quieren ser objetivos, mentira: quieren ser objetos, para salvarse del dolor humano.
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.
Quise traerlo a Galeano en esta cita. Me parece imprescindible definir esto: nadie es neutro, puro u objetivo. Las miradas están teñidas, poco o mucho, por quienes miramos.
No está mal eso, está bueno. Le pone pasión, vida, ganas, deseo, particularidades...
Gocémoslas.
Y quienes quieran ser objetivos a ultranza, buena suerte. Quizás logren engañarse.
2 comentarios:
Igual, por más que quiera ser "objetivo a ultranza" no le va a salir. Por algún lado (una palabra, un gesto, un movimiento)uno siempre se deschava
Sí, obvio, pero no te lo reconocerán ni bajo tortura.
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