Sonríe desde la cama cuando me ve llegar. Una sonrisa enorme, como siempre. Dice que está cansada y sonríe. No le gusta la comida del hospital, y sonríe. Quiere estar en su casa, en su cama. Pero sonríe.
Charlamos un poco, rezamos otro poco. Sonríe. Le cuento que la extrañamos y que las viejis le mandan saludos. Sonríe y agradece.
Tiene mil trescientas razones para ser una mujer amargada. La vida le jugó varias malas pasadas. Su única hija murió de pequeña, tuvo que emigrar desde su Italia natal, enviudó joven, su columna la tiene a maltraer.
Le sostengo la mano, me acaricia, la acaricio.
Sonríe, agradece.
Gente enorme, como María, me da calorcito en el corazón.
Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario