Cocinar es fácil. Lavar, mientras no se me acaben los platos o los cubiertos, puede esperar. La cosa es bañarse. Manías de ser limpio. Caliento agua, lleno un balde, tomo una jarra, me meto en la ducha, una jarra para mojarme, me enjabono, champú, me enjuago.
Más allá de lo incómodo de la situación, no puedo dejar de pensar en quienes no tienen agua, en los que dependen de una canilla para todo un barrio, en los que tienen un pozo contaminado, en las mujeres que hacen kilómetros diarios para abastecerse. No por aquello de "mal de muchos, consuelo de tontos", sino para no dar por sentadas las cosas: el agua, la comida, el amor. La vida.
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