Un perro insistió en seguirme más de cinco cuadras. Feo, callejero de toda calle. Este iba un par de pasos atrás. Si me detenía, él paraba. En algunos momentos se adelantaba unos metros y miraba hacia atrás para asegurarse que yo seguía ahí. No quería ahuyentarlo porque me daba miedo cómo reaccionaría.
Cruzó las calles que crucé, marcó territorio en varios lugares y por suerte desistió en su persecución a media cuadra de casa. No sé por qué comenzó, no sé por qué paró.
Se parece a mucha gente que conozco.
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