No fue la última vez que me perdí: alguna vez me desorienté en la playa; ya más grande me enredé varias veces en los subtes porteños o tomé colectivos en la dirección opuesta. Di vueltas por horas para llegar a pocos metros. La diferencia es que sabía que estaba perdido: al saberlo la angustia se hacía presente, la necesidad de entontrar-me, orientar-me no era de otros, era mía. Dependía de mí.
Como fuere, no se compara a ser encontrado antes de saberse extraviado.
Hay en eso, algo de pre-dilección, de pre-vención, de ser cuidado antes, de estar siendo mirado, esperado, extrañado.
Amor fundante.
Hay en eso, algo de pre-dilección, de pre-vención, de ser cuidado antes, de estar siendo mirado, esperado, extrañado.
Amor fundante.
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