Entre la colección permanente -Berni, Castañino, Borges, Fader, Butler, Quinquela- me encontré mirando Molinos, un cuadro de Boek-Boek a quien ni siquiera había oído nombrar. La foto que ven acá no le hace justicia. Dominan los grises-violáceos. Hay tensión, como si fuera a desencadenarse la tormenta que se percibe. Al mismo tiempo, un manchón de luz atrae la mirada hacia el horizonte. La borrasca está por desatarse, las aspas están como a la espera del viento.
Lo volvía a mirar, me encontraba frente al gran molino que ocupa el primer plano: firme, sólido en su planta; dócil al viento, animoso frente a la tormenta en sus aspas, esperando para sacar de ella lo que necesita para cumplir su misión. El foco de luz recuerda que todo pasa, que no hay oscuridad ni tiniebla absoluta.
Lo volvía a mirar, me encontraba frente al gran molino que ocupa el primer plano: firme, sólido en su planta; dócil al viento, animoso frente a la tormenta en sus aspas, esperando para sacar de ella lo que necesita para cumplir su misión. El foco de luz recuerda que todo pasa, que no hay oscuridad ni tiniebla absoluta.
Parábola inmensa.
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