No sé si nos criamos bien a nosotros mismos.
Entre la exigencia absoluta y el todo da lo mismo.
Entre la exigencia absoluta y el todo da lo mismo.
Las mochilas escolares nunca pesaron tanto, nunca tuvieron tantos libros y al mismo tiempo, los pequeños nunca tardaron tanto en saber leer, ni hablemos de interpretar lo leído.
Con algo tan pequeño como un smartphone llevo a todas partes el trabajo. Hasta a las vacaciones.
Cuando la conexión a Internet se corta caigo en abstinencia a los cinco minutos, diez veces más mismo tiempo del que me lleva aburrirme de un programa o cambiar el track de audio.
Aumentar la autoestima y el amor propio es tan bueno. Ojalá nos hubiesen enseñado a amarnos rectamente. Pero siento que en un punto estamos siendo y haciendo, por revancha, monstruos del egocentrismo.
Las necesidades básicas se amplían. Lo suntuario es necesario.
Ansío lo simple, me enredo en lo complejo.
Y lo complejo me seduce prometiéndome sencillez.
Y lo complejo me seduce prometiéndome sencillez.
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