Verano de la adolescencia. Grupo de varones y mujeres ensayando libertad, seducciones, romances, complicidades. El lugar, un country, permite que amanezcamos charlando, fumando, yendo de casa en casa sin preocupación ni peligro. Una cerveza entre 8 alcanza para toda la noche. Naipes, juegos de mesa, videos en VHS. La prehistoria misma.
No idealizo esa época. Sí me divierte vernos en perspectiva, despreocupados pero serios, como si de esas noches surgiera un futuro o dependiese nuestra felicidad.
Si hago memoria, apenas recuerdo tres o cuatro nombres. Pero sigo sintiendo lo intenso de esos días, la fuerza del creer que todo es posible.
10 de enero de 2014
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