En el colectivo un hombre tenía un walkman. Le saqué una foto porque me pareció un viaje al pasado cercano. Diego la vio y le parecía que la mano daba para ser la del protagonista de una novela. Propuse un relato inspirado en esa foto, de no más de una carilla. Acá va la foto y lo que me inspiró:
Cada día la rutina. Mates, radio
Nacional, cambiar el agua del perro. Ducha rápida, cargar la ropa en la
mochila, salir para la obra.
Mientras
espera el colectivo rebobina el cassette con una Bic. Costumbre vieja, para
ahorrar pilas y tiempo. Llega el bondi, sube. Por suerte no está lleno y puede
sentarse. Del lado del sol, como para despejar el frío que siente más allá de
los huesos.
Acomoda
la mochila en la falda y cabecea una siestita, mil siestitas. El día va a ser
caluroso, parece. Se despierta en Márquez y Panamericana por el frenazo. Saca
el diario de ayer y lo hojea. Sube bastante gente pero nadie como para darle el
asiento. Si hubiese una embarazada ni lo dudaría. Por suerte, la mayoría
hombres como él.
Guarda
el diario y saca el walkman. Sintoniza la radio que tiene menos interferencia
mientras pone el cassette. El pronóstico
confirma calor y anuncia tormenta para la tarde. Mejor no perder el día de
trabajo.
Abre y
cierra la tapa del walkman automáticamente, como siguiendo el ritmo de la música
que escucha. Mueve la perilla de radio a cassette. Play, como un rito
inacabado.
Esa noche llegó tarde de la obra. El
contestador acusaba tres mensajes.
Hola, gordo, soy yo. Antes de ir a casa paso por lo de
mamá así le llevo la mercadería que le compré. Beso.
Viejo, llego más tarde. En la heladera hay milanesas,
¿podés cocinarlas? A eso de las 9 estoy en casa. Te quiero mucho.
Señor, de la 35, hubo un accidente.
Stop.
Rebobina con la Bic. Suspira hondo. Toca el timbre y baja.