Las expectativas propias están entretejidas de un montón de imprevistos: espero, por caso, terminar la carrera universitaria antes de los 25, conocer al amor de mi vida antes de los 30, tener un trabajo estable y a eso de los 35 ser papá.
Te agarran los paros de los docentes universitarios, el amor de tu vida quedó embarazada en la cuarta cita y tuvieron mellizos y ahí te quiero ver... Terminaste la facultad a los arañazos pero te diste cuenta que tu vocación es otra.
Chau expectativas propias: adaptación o muerte.
Si apenas podemos con las propias, ¿por qué pesan tanto las ajenas?
1 de julio de 2013
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