Volvía de hacer las compras -una leche para mañana, un chocolate amargo y un dulce de leche para un postre para una comida con amigos y unas galletitas de queso, puro vicio-. Nos cruzamos con varios vecinos; me paré un rato a charlar con la Turca que está por irse a visitar a un primo...
Casi llegando a casa me cruzo con una mujer ¿vieja? que suele andar cirujeando.
-Buen día, la saludo al pasarla.
-Buenas, responde.
Hago unos pasos.
-¿No tiene algo?
-Vengo de comprar un par de cosas para un postre, no más-pensé en lo ridículo de darle una barra de chocolate amargo o un litro de leche descremada. De paso, justificaba mi apuro.
-Ah, bueno, hasta luego.
Dimos un par de pasos. Me acordé de las galletitas. Ni a palos se las daba.
-Espere, no me acordaba que tengo unas galletitas que podemos compartir.
Compartir, que quede claro: ni loco se las daba todas. Eran MIS galletitas.
Abrimos el paquete, pusimos parte en una bolsa para repartirlas.
Nos saludamos y nos fuimos.
Menos es más.
16 de julio de 2013
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2 comentarios:
Me causa gracia lo simpático de la situación...solidaridad teñida de simulado egoísmo infantil...
La próxima la invitas a tomar la sopa que tenés en el freezer...
¿Simulado?
No sabés cómo lloré después...
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