Desde mi metro cuadrado, limitadísimo, narcisista, digo lo que sigue: no está nada mal, de vez en cuando, ser feliz con lo que se es y se tiene. Con lo alcanzado, con "la tierra que habito".
Un salmo de la tradición judeocristiana dice: "habita tu tierra y vive tranquilo". Eso es lo que me resuena. No es conformismo barato, no es resignación simplista; es acoger/se, recibir/se.
Aquietar en algún momento, por un rato, el imperativo del más: más tiempo, más dinero, más conocimientos, más...
Un momento de abrazar serenos lo que somos.
Mientras podamos.
30 de julio de 2012
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