Mientras podamos, hay que elegir. Sabiamente, lo más sabiamente posible.
Elegir con arrojo y valentía no porque elijamos complicarnos la vida, sino porque nos comprometemos con la elección.
Elegir pensar y criticar.
Elegir alegrarse cuanto se pueda.
Elegir la no perfección, aspirando a más.
Elegir, como si fuera un imposible, el bien, siempre el bien.
Y revisar las elecciones, para que no se nos duerman.
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