Ellos no tienen compañeros, sino cómplices; no tienen amigos, porque todo lo que no sea ellos mismos no es digno.
Su virtud, tan proclamada, tan celebrada, es como la del torturador que mete picana sin siquiera despeinarse. O sea: no es ninguna virtud, sino, al decir de Jesús de Nazareth, sepulcros blanqueados: impecables por fuera, podridos por dentro.
Abunda esta gente.
Objetivo: desenmascararlos.
4 de enero de 2012
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4 comentarios:
Pensaba en armar una Liga DESENMASCARADORES DEL ODIO, pero tengo miedo de terminar haciendome como ellos!!
No creo, Vale, que lleguemos a ser como ellos. Son contagiosos, cierto, pero tenemos buenos anticuerpos.
¡Muy lindo tu pensamiento Vale!
Es justo lo que me viene a la cabeza. Cuando decimos "no creo que lleguemos a ser como ellos, tenemos anticuerpos" en el fondo nos sentimos superiores. Esos pensamientos no son de Dios. ¿Acaso trigo y cizaña no deben crecer juntos hasta la cosecha sin desenmascaradores del odio? Si abunda esta gente, quizá haya que ver en ella también un signo de parte de Dios. Sino sería la soberbia del fariseo: Menos mal que no soy como ese publicano...
No es lo que quiero decir, Anónimo, para nada.
Y, conociéndola a Vale, sé que lo que dice tiene un costado irónico. Siguiendo en el campo de los ejemplos del NT, justamente a los fariseos, que despreciaban al resto, es a quienes desenmascaraba Jesús: y abundaban los fariseos. ¿Qué signo de Dios habrá visto en ellos?; no sé, quizás el signo de lo que Dios no quería.
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