Casi un mes después del rescate de los 33 mineros chilenos, en las antípodas, morían 29 mineros (http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/24/internacional/1290569360.html). Casi no tuvo difusión el hecho. Casi un mes más tarde, por cierto ¿respeto?, escribo algo.
Aclaro: ambas cosas me causaron emociones, diversas, por cierto. Pero como aún en medio de las emociones me salta lo racional, avanzo.
Me resulta casi parabólico: la cantidad de personas, la situación, la antípoda. Me resulta irónico que lo que calificaron tantos como milagro quede desdicho o al menos cuestionado por lo que tantos calificaron como tragedia.
Como parábola paradójica es medio significativa: ¡Dios existe!, decían algunos mientras salían los chilenos. ¿Qué dijeron estos mismos ante la muerte de los neocelandeces?. Saldría en primer lugar "Dios no existe", pero hete aquí que como ambas situaciones pueden anularse (como cuando despejábamos X en el colegio, aunque acá los sobrevivientes ganan por 4 a los muertos), volvemos a encontrarnos ante el misterio y la incógnita,
Digo: más allá de Dios, dios o los dioses, a quien podemos y debemos interpelar, gritar, agradecer, pedir, clamar, persiste el misterio. El de Él/la, el nuestro. Y las racionalizaciones no lo abarcan. Deo gratias.
20 de diciembre de 2010
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