- Cuando escuchaba o leía a otros, celebrando la muerte, haciendo apología de su odio, me dio ganas de creerlo.
- Cuando alguien, por opinar diferente -que no a favor- me trató de ignorante -sin conocerme- me dio ganas de creerlo.
- Cuando María, una mujer a quien respeto, me contó que una amiga la llamó para decirle que estaba festejando y esperaba que ella también, me dio ganas de creerlo.
- Cuando veía que la capacidad de análisis de las personas tiene la profundidad del papel tissue, me dio ganas de creerlo.
- Cuando descalificaban a quienes honestamente piensan diferente, pero piensan, al menos, me dio ganas de creerlo.
Creo, estoy convencido, que, al menos varios, no nos lo merecemos.
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