Hace algunos días me golpeé el pie derecho. Dónde fue, no me acuerdo. Sé que le di un golpe de lleno a una ¿pared, escalón, piedra? Me dolió, pero seguí. Entre ayer y hoy, me empezó a molestar cada vez más y a la noche, decididamente, me dolía. Si por la tarde sigue así, iré a la guardia médica.
Me disparó para otro lado. Como a veces, golpes que nos damos en la vida y casi ni notamos u olvidamos, al tiempo comienzan a molestar, a imponerse, a pasar de una difusa memoria a una presencia abarcante, que nos hace renguear.
Cuando a veces queremos -o nos quieren- imponer la amnesia, la memoria persiste.
26 de enero de 2013
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