Me dio pena pensarme en esa situación y le pregunté si quería que lo acompañara. Aceptó: iba para el mismo tren que yo. Lo fui a tomar, pero me tomó él:
-Me guío por tus movimientos.
-Ok, vamos. Ahí está la mecánica, cuidado.
-Ahora vamos para la derecha, me dice, que hay una entrada sin molinetes.
Un poco me impresionaba el calor de su mano agarrando mi brazo. Y escuchar su voz, que me hablaba un paso más atrás. Lo dejé en el tren y me escapé a otro vagón. No quería endosármelo.
Me llamó la atención cómo su ceguera lo anima a confiar en quien lo guía. Lo misma cegera que me causa miedo.
Me llamó la atención cómo su ceguera lo anima a confiar en quien lo guía. Lo misma cegera que me causa miedo.
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