Mucha lluvia, mucha. De esa que no cesa, que invita a dormir, que nos arranca un "¡por Dios!", que no cae sino que se precipita. Que apenas alivia el calor cada vez más tropical de esta Buenos Aires.
Ayer fue un día así, tremendo.
Con encuentros, almuerzo y navegación (con lluvia, velero por el delta, genialmente extraño), más encuentros.
Sorpresa reiterada por los vínculos. Por lo gratuito, por lo desbordante.
Cierto malestar por los desencuentros repetidos. Hay un duelo asomando.
Placer enorme de los chiquitos jugando: ahijas, sobris, chapoteando.
Tribus aliadas, vida abundante.
Y está el amor, que es un asombro.
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