Su familia le exige que se esfuerce y ya no tiene fuerzas ni ganas de tenerlas. Por la mañana, después de pasar casi toda la noche en vela, sólo quiere que sea noche nuevamente. Proyectar algo, por mínimo que sea, es casi como cruzar los Andes descalzo. Pensar en mañana agobia y ahoga. Ir a trabajar es una tortura y enfrentar cualquier situación social imprevista es un abismo.
No son exageraciones. Lo sé. Sabe que lo sé.
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