A la mañana, entre cuadros, los chicos y la gente del Apoyo escolar, trabajando en un video que hasta ayer
estaba bien pero de pronto ya no servía el formato para proyectarlo. Los colores, los gritos de los chicos jugando, unos mates, el escritorio, las charlas la computadora...
A la tarde, cloacas tapadas, casi desbordando, cinta metálica para destapar, una lucha de tres horas entre olores desagradabilísimos, salpicado de aguas servidas -para ser sutil-, lastimándome las manos -no tanto, tampoco-, el brazo hasta el hombro entre toda clase de deshechos...
De un extremo al otro. Parábola de la vida misma.
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