26 de enero de 2010
Lo uno y lo múltiple, lll
Después de encontrar las propias gafas, está bueno "jugar" a intercambiarlas, probarnos otras: mirar con las de alguien del otro sexo, de otra cultura, de otra edad, de otros "mapas mentales". Es increíble el mundo que se abre. Así podemos entender posturas y opciones que, por ahí, son opuestas a las nuestras; caminar un rato con los zapatos del otro, de la otra, y percibir desde su lugar.
Creo que es lo que se llama empatía: sentir, mirar, sin juzgar, como si fuésemos el otro. Es cierto que hay otros ta divergentes que nos resulta simplemente aterrador imaginarnos con sus anteojos: ni en caso de ceguera inminente le pediría, por ejemplo, a Videla, me preste los suyos, no soportaría el espanto.
Pero como Videla está lejos, puedo intentar otros:
los de la mujer casi analfabeta; los del pibe que consume, los de la adolescente asustada que está considerando abortar, los del padre orgulloso de su hijo, los del inmigrante. Y les aseguro que cada vez que los usamos, cierto espacio de compasión se abre en nosotros, ese espacio que nos muestra que nada de lo humano nos es ajeno.
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